jueves, 6 de octubre de 2022

"SOLO HABÍA CAMIONES"

 


    

    ERA el primer día de clase, mes de octubre del año 1970, iba a empezar el primer grado, solo contaba seis años de edad. Nos dejaron a mi hermana mayor y a mi en la entrada del colegio “Anselma Pulgar”; una escuela bastante antigua que había sido una escuela para niñas, pero ahora era mixta; una vez allí, fueron saliendo maestras  llevándose grupos de niños a sus respectivos salones, pero  a mí nadie me llamo,  luego una mujer salió y dijo:

    — La maestra Pina no va a venir, así que sus alumnos no van a tener  clase.
    — Bueno pensé  yo —  esa es mi maestra.
 
    Mi hermana mayor Zulima ya había entrado a su clase y los demás empezaron a  irse, al fin me quedé sola allí en la calle, entonces como cerca de allí a dos cuadras vivía una de mis abuelas maternas, mamá Angela, empecé a caminar hacia allá.
    La escuela esta ubicada a la orilla de una plaza  y caminando por esa orilla en dirección contraria y perpendicular a la avenida Bella Vista, pasar un puente sobre una cañada embaulada  a cielo abierto cruzaba una calle,  luego caminaba media cuadra  y llegaba a la casa de mi abuela. Cuando me disponía a pasar la calle, venía una fila de camiones recolectores de basura del aseo urbano, me pareció raro, no había visto tantos camiones juntos en fila nunca; de hecho me gustó verlos en filitas, siempre me han gustado los camiones y  los vehículos rústicos; me paré a la orilla de la avenida mirando pasar los camiones, hasta que un chofer se detuvo  y me hizo señas para que cruzara la calle, ni corta ni perezosa pegué la carrera  y cruce la calle. Ahora que lo pienso, ese chofer le debe haber extrañado mucho ver una niñita de seis años con uniforme de vestido blanco, corbata azul  y un bulto con los útiles escolares  parada a las siete de la mañana en plena calle, ¡Con razón se detuvo!. Yo llegué sana y salva a la casa de mi abuela, y a mis tías Ida  y Chinca les pareció extraño verme allí a esa hora, les expliqué que la maestra no llegó  y  no me dijeron nada, después de todo  las instrucciones que nos habían dado era que al terminar las clases debíamos irnos hacia allá, de allí nos llevaba nuestro primo Rafito a la casa en la motocicleta  o mi papá nos iba a buscar.
    Lo cierto es que mientras yo estaba de lo más feliz jugando en la casa de mi abuela, en el colegio se dieron cuenta que yo había desaparecido, suspendieron las clases, me buscaron por toda  la plaza, hasta dentro de las cañadas,  bueno según,  ya  no sabían donde más buscarme,  hasta que por fin se le ocurrió a mi hermana Zulima:

— ¿Se habrá ido a donde mi abuela, mamá Angela?

    Bueno, allá se apareció un tumulto de gente, policías, maestros  y  voluntarios agregados a la búsqueda de la niña perdida, o sea:  “Yo”,  y yo estaba de lo más entretenida jugando pelota. Ahora se desató  la avalancha de preguntas. Me preguntaron:

— ¿Por qué te escapaste? Te hemos estado buscando toda la mañana —me preguntó Zulima con las manos en la cintura casi sin aliento, blanca del susto entre aliviada y disgustada.
— Yo no me escapé —expliqué — una señora dijo que la maestra no venía,  que nos fuéramos todos para la casa, me quedé sola en la entrada de la escuela  y por eso decidí venirme para acá.
— ¿Y no te dio miedo andar sola y pasar la calle por los carros? preguntó una maestra.
— Pero no había carros. Solo había camiones –respondí yo-.
 
 
    Cuando dije eso, casi les da un soponcio a todos, en esa zona de Maracaibo, alrededor de la avenida “Bella Vista”  siempre había mucho tráfico, y para colmo ese día además había una huelga del aseo urbano de la ciudad, muy cerca estaba su base de operaciones  conocida como “La Malariología” y los trabajadores en los camiones estaban saliendo a participar en su huelga, por esa razón había una fila de camiones que me pareció tan pintoresca.
    Bueno, ese suceso se convirtió en la anécdota más comentada de la familia, sobre todo por la ingenua  y despreocupada respuesta sobre que no había carros, sino que:

—“Solo había camiones”.